octubre 23, 2015

BCN, en la nariz y en el corazón


Si bien Barcelona te conquista a través los ojos y las papilas gustativas, según dicen los expertos los olores son la sensación más directamente ligada a la memoria. Y extraño. Extraño Barna. Así que voy a rememorar lo que olí durante mi estadía, para mantener vivo el recuerdo hasta que pueda volver. Anticipo: no todo huele bien en BCN.

Las cocinas del mundo en una sola cuadra

cocina de BarcelonaSegún circuló en los medios (y nunca se pudo confirmar), cuando llegó a España junto a su marido David Beckham, dicen que Victoria Beckham dijo: “España huele a ajo”. Se armó un escándalo... No puedo darle la razón a Victoria pero tampoco desmentirla abiertamente. Suceden dos cosas: es verdad que en la cocina española (y en la catalana) se usa mucho el ajo. Y, además, no tengo ningún problema con el ajo. Ajo, te amo.
Pero para ser más precisos, las calles de Barcelona pueden oler a todas las cocinas del mundo a la vez. Una tan sólo 100 metros podés oler pescado frito, comida árabe, comida china, paella y café. En BCN, a diferencia de otras ciudades, el olor a comida no me sorprendía en cualquier lugar y horario saliendo de un puesto callejero. De hecho, ahora que lo pienso, no recuerdo haber visto gente comiendo mientras camina o viaja en transporte público, algo más habitual en algunas ciudades latinoamericanas. Los olores salían siempre de locales de comida, en general ubicados medio juntos en alguna zona determinada. Si vas por las callecitas angostas de El Raval seguramente huela a kebab, ya que en ese barrio se aglutina una gran comunidad del medio oriente. En cambio, si caminás por el Paseo de Gracia a la mañana o a la tarde, seguramente huela a café express.

El Gótico y sus “fragancias”

olores de Barcelona
Había visto programas de televisión donde los catalanes se quejaban del olor a pis del Barrio Gótico, que todas las noches veía sus angostas, oscuras y antiguas calles convertidas en baños públicos gracias a la cantidad de cerveza expendida por los bares y la desfachatez de los turistas.
En mi segunda noche en la ciudad terminé caminando por el Gótico casi sin planearlo. Apenas empecé a recorrer esas callejuelas centenarias no dejaba de pensar: guau, finalmente estoy acá…. Y en el medio de ese pensamiento me acordé: ¡el olor! ¡Tengo que prestar atención! Agudicé todos mis sentidos (mientras no le aflojaba a la charla con mi amiga, claro) y empecé a comportarme como un perro sabueso. Finalmente, después de buscar con mi nariz un rato, apareció el olorcete, sobre una callejuela que ya habían baldeado. Así que doy fe. No es una cosa insoportable, no se extiende a todo el Gótico, pero en algún rinconcito pueden aparecer las evidencias de los efectos diuréticos de la cerveza.

Sigamos escatológicos

olores de Barcelona
La playa de Bogatell, que pertenece al barrio de Poblenou (donde me hospedé), es sencilla pero tiene todo lo necesario: arena, sol, mar… No podía creer que una playa linda (hay mejores, obvio) fuera donde desembocan las cloacas de la ciudad. Quizás eso explique el mal olor que puede sentirse en algunas zonas, con mayor claridad en Poblenou. Pasa que en esa zona de la ciudad la pendiente es menor y la red, además, es ya bastante antigua, de modo que es mucho más fácil que los residuos se sedimenten y causen malos olores.
Creo que desde 2006-2008 hay planes del Ayuntamiento para solucionar este hediondo problema. Muchachos, les aviso que en 2015 el problema sigue sin resolverse eh? De hecho, si no huelen las cloacas huele el camión atmosférico, que a su paso soluciona un problema pero crea otro. Al camión sí que es imposible ignorarlo. Te sorprende en cualquier calle y horario y no pasa desapercibido…
Pero mirá si será linda Barcelona, que hasta se le perdona que a veces huela un poquito mal.
También hay que entender que este es un problema que enfrentan muchas ciudades de Europa que, con más 500 años de historia encima, tienen el desafío de proveer servicios para poblaciones mucho más grandes que cuando fueron creadas. Dicen (no me consta, yo no había nacido) que los primeros rastros de población encontrados en la zona del Raval datan del Neolítico (5.500 a.C., año más, año menos). Así que imaginate la historia que tiene la segunda ciudad más poblada de España… Igual, aclaro por las dudas: las cloacas no datan del Neolítico, eh? Nunca falta el que pregunta...

Olor a Mojito

Mojo
Sí, ya sé. Te imaginaste el famoso trago cubano y pensaste que no tiene un olor muy característico, salvo por las hojas de menta. Pero no, no me refiero a eso.
Me refiero a Mojo, un perro catalán, que ansiaba conocer desde Buenos Aires. Sí, viajé más de 10.000 km para conocer un perro. Bueno, no exactamente, pero casi.
Y la verdad es que esto es una experiencia 100% personal que no vas a tener, salvo que conozcas al Mojo. Antes de conocerlo y por su cara de vago, me imaginé que tendría “olor a perro” . Y así fue, Mojito no me defraudó. Muchos dirán: ¿y a qué otra cosa podría tener olor?. Pero entenderás que cuando uno extraña a alguien, extraña todo, hasta su olor. Y yo extraño varias cosas de Barcelona, incluido el olor a perro de Mojito.


Fotos: @LadyMik


octubre 20, 2015

Barcelona, mucho gusto


comida en BarcelonaCuando organicé mi viaje a Barcelona para ir a visitar a una amiga, le dije: “yo quiero ir a ver obras de Gaudí y comer, nada más”. Y no me creyó, pensó que exageraba. Con el correr de los días, creo que se fue convenciendo...
Quien tiene abuelos españoles sabe que España es uno de los países con mejor tradición gastronómica del mundo y que no escatiman los muchachos… Todavía recuerdo las mesas navideñas con 3 entradas, 2 platos principales, 3 opciones de acompañamiento, postre y frutas secas y turrones para ver los fuegos artificiales. Creo que es una marca registrada de los abuelos que sufrieron la guerra y vivieron la racionalización de alimentos: las mesas están a tope.

Lo bueno, si mucho, dos veces bueno

Los españoles que no han vivido la guerra también son de buen comer. Se ve que la costumbre se fue pasando de generación en generación, jaja. Las entradas de los restaurantes son generosas, así que conviene preguntar cómo son antes de embarcarse en pedir muchas cosas de entrada más platos principales para cada comensal.
Además, tienen la costumbre de ir de tapeo, es decir, ir de bar en bar tomando y, por ende, comiendo. No existe eso de ir a un bar, charlar 3 horas e irse a su casa. No. 
Así, los grupos de amigos van visitando bares y probando diferentes tapas (un pedacito de tortilla, un poquito de jamón, todo es bueno -y rico-) o pintxos (rodajas de pan con algo rico para comer encima).

Clásicos catalanes

Hay mucho para probar en Barcelona, pero un tour gastronómico no puede dejar de lado clásicos como: frutos de mar (en todas sus variedades), jamón (en todas sus variedades también), tapas, fideuá (similar a la paella pero con fideos, pescado y mariscos), churros y la crema catalana.
pulpitos en La ParadetaEn cuanto a bebidas, los pakis de la playa te van a ofrecer cerveza hasta la muerte y demás podés probar el tinto de verano (vino tinto con limón) o el calimocho (vino tinto con Coca-Cola). No serán ooohhh qué rico, pero ¡hay que probar!

Si de comer pescados y mariscos se trata, recomiendo La Paradeta, un lugar con pocas pretensiones pero una calidad y precio imbatibles, que lo convierten en el elegido de los locales. Se ven pocos guiris en sus sucursales, todavía. Los comercios son, en realidad, pescaderías con mesas para comer ahí. Y son autoservicio. Suele haber fila antes del horario de apertura y, cuando lográs entrar, te venden los pescados o mariscos que elijas, por peso. A tu pedido le cargan la bebida y pasás a la caja. Pagás, tomás la mesa que te asignan, y luego te empiezan a llamar desde la cocina para que vayas retirando lo que fuiste pidiendo. Cero glamour pero todo fresquísimo y aprobado por los paladares locales, que saben de frutos de mar.

El mundo a un paso de distancia


pastelería en BarcelonaEs difícil probar todo lo que BCN tiene para ofrecer, ya que logra concentrar la comida del mundo en una superficie que es la mitad de la ciudad de Buenos Aires. Lo que tengas ganas de comer, en Barcelona lo vas a encontrar. ¿Comida china, árabe, japonesa, vietnamita, argentina, italiana? Pedí, que hay. 
¿Lo peor de todo? Muchas cosas las hacen muy bien. Como tienen tanta buena fama con la comida salada, pensé que lo dulce no era su fuerte. Pero en cualquier lado se puede tomar buen café, excelente pastelería francesa (soy una gran catadora, sé lo que te digo), gran panificación, buenos helados… Saben comer bien, bah. Así que mi idea de ir a comer no era para nada desacertada... Metí museos y shopping para no sentirme culpable, creo yo.
100 Montaditos BarcelonaMis grandes descubrimientos gastronómicos no son quizás cosas características de Catalunya, pero he pasado grandes momentos en los 100 Montaditos (una cadena con sucursales en varios países del mundo) y, aunque no lo puedas creer, en Nostrum, que es una cadena que tiene comida apta para freezar y donde se puede comer por €1 a €4. No será gourmet, pero seguramente algún turista apreciará este dato. Se puede comer ahí o llevar. Y el heladito de €1 es todo lo que necesitás para seguir caminando la ciudad.  


Hablemos de La Boquería

Pongámonos serios. Yo sé que hay que ir, que es un must, que es un símbolo de BCN y bla, bla, bla. Pero te voy a ser totalmente honesta: amo los mercados, aunque sean sucios y desprolijos, y la verdad es que La Boquería me decepcionó un poco. 
Para ser justa, llegué cansada y cerca de la hora de cierre. Pero también es cierto que no vi tanta variedad y que los precios son superiores a cualquier otro mercado. Hay un mercado en cada barrio así que, seguramente a 2 estaciones de metro de tu hotel haya un mercado menos concurrido y con los mismos productos a menor precio. #manejalo

octubre 16, 2015

Barcelona: música para mis oídos


Barcelona inspiraUna amiga mía, buscando un nuevo rumbo, me dijo un día: “no sé lo que quiero pero me voy a Barcelona a pensarlo frente al mar”. Me pareció un poco exagerado pero en cuanto pude fui a visitarla para entender el porqué de su decisión.
A través de la experiencia que te voy a contar vas a encontrar links para escuchar los sonidos de Barcelona. Si alguna vez fuiste, seguro, los vas a reconocer.

La ciudad bulle pero no grita

Apenas bajada del avión y llegando a Plaza España con el bus oficial del aeropuerto noté algo: no se escuchaba ni una sola bocina a pesar de estar en plena hora pico de un día de semana. Sólo se escuchaba alguna bicicleta o ciclomotor de vez en cuando. Nada de gritos, motores o bocinazos. Lo único que logra alterar a la ciudad entera es cuando gana el Barça, nada más. Empezaba a sospechar que los catalanes saben vivir la vida y que no se van a volver locos por llegar cinco minutos antes a las próximas tapas. (porque, convengamos, esa gente vive de tapas, jajaja). Era el nivel de orden justo que iba a buscar, para descansar un poquito del caos de Buenos Aires.

Entender el catalán: una misión no tan imposible

calles de BarcelonaAl entrar al metro también me sorprendió que lograban comunicar las estaciones y el cierre de puertas sin lastimar el oído; el subte de Buenos Aires es mucho más ruidoso. Durante mi estadía en Barcelona me divertí jugando a entender los anuncios en catalán en el transporte público o en los museos. Te sentís un groso porque se entiende casi todo. Pero un diálogo entre dos catalanes ya no es tan sencillo de seguir…
De todas maneras, no escuché tanto catalán como me imaginaba. Se comenta tanto que te hablan todo en catalán aunque no entiendas, que iba con miedo. Pero no sólo escuchaba a los locales hablar en castellano (al menos por la calle), sino que además nadie me hizo pasar ningún mal momento producto de su nacionalismo. Pero hay un dato clave por el cual se entiende por qué Barcelona es considerada una de las ciudades top del mundo: por sus calles se escuchan tantos acentos como por las calles de New York. Por la calle se escuchan miles de idiomas, especialmente el italiano. Me parece que debe haber más italianos que catalanes en la ciudad...

Los bares, centro de la vida social

En BCN la gente sale. Mucho. Los lunes, los martes, los miércoles… y así. Y lo que vi (o escuché) yo es gente sentada en las mesas de los bares al aire libre relajada, hablando de la vida. Los diálogos no contienen drama, los que dialogan no están exaltados, los amigos no se están poniendo al día después de no verse por una semana. Parecen charlar los pequeños detalles de la vida, del aquí y ahora, como continuando la charla de ayer.

Los sonidos de la playa

Cuando se trata de la playa, en BCN hay dos sonidos clave: uno, el ir y venir de las olas. El otro, los “pakis” que interrumpen charlas al grito de "cerveza - agua - bir" (léase beer, cerveza en inglés).
Los pakis son todos aquellos provenientes de Pakistán (o no. Si tenés la piel oscura, no hablás bien castellano ni catalán y tenés un minimercado o vendés cerveza en la playa, sos Paki). Al principio me chocó esta estigmatización, pero después recordé que en Argentina cuando vamos al super vamos "al chino", y se me pasó la moralina.
Fuera de eso, las playas no son ruidosas. No hay gente gritando de lado a lado de la sombrilla por un sándwich de milanesa, ni escuchando música al palo. ¡Ni siquiera ladran los perros! Conclusión: los argentinos somos muy ruidosos… #chocolateporlanoticia

Sonido divino

De todos los sonidos que me traje de BCN, hay uno que no puedo quitar de mi cabeza. Quizás no sea el más lindo, ni el más relajante pero es un sonido que esperé mucho tiempo para conocer. Deseé por 20 años visitar la Sagrada Familia, la increíble obra de Gaudí que, se estima, estará terminada para 2026 (la construcción comenzó en 1882, vale aclarar).
Todavía recuerdo el murmullo constante dentro del templo y, a pesar de que recorrí el interior, el exterior y las torres quiero volver a escuchar ese sonido. Mientras tanto, comparto un brevísimo y caserísimo video de cómo se baja por las estrechas torres de la Sagrada Familia:




octubre 13, 2015

Qué se puede ver (y espiar) en Barcelona

Barcelona es una ciudad para experimentar, no para contar. En esa serie de entradas te propongo recorrer los 5 sentidos a través de las sensaciones que te proporciona esta ciudad.


arquitectura de BarcelonaCada vez que recuerdo mi paseo por Barcelona (el primero de muchos, espero), lo que recuerdo son las sensaciones que tuve en un momento u otro. No recuerdo tanto los nombres, las coordenadas geográficas, los datos. La ciudad impacta tanto (y tan bien), que lo que recuerdo son las sensaciones. Así que me gustaría contar y recordar mi viaje así, recorriendo lo que percibieron mis cinco sentidos. Hoy: la vista.

Las primeras vistas de la ciudad

arquitectura de BarcelonaSalí del aeropuerto y en una de sus mismísimas puertas me tomé un bus genial que recorre la ciudad y termina en Plaza Catalunya, un lugar muy céntrico y desde donde se puede conectar con distintas opciones de transporte público. El recorrido desde el aeropuerto es agradable: por la avenida Les Corts Catalanes ya asomaban cientos de edificios hermosos. Las calles se veían limpias, ordenadas, todo perfectamente señalizado.
La verdad que las primeras vistas de la ciudad que uno tiene son muy lindas, y auguran lo que será la visita, a diferencia de otras ciudades, donde uno entra por lugares que espantan.

Surfeando en transporte público

arquitectura de BarcelonaAl llegar a Plaza Catalunya me zambullí en el metro, todavía shockeada por la belleza de los edificios. Algunas avenidas me recordaban a la Avenida de Mayo en Buenos Aires, o a Madrid. No podía creer que todo fuera tan lindo y eficiente. Desconfiaba. ¡Tenía que haber algo que estuviera mal! Así que entré al metro decidida a encontrar algo para criticar. Sí señor.
La realidad es que encontré un poco de calor (llegué en plena ola de calor, con días de 38 grados), ascensores que no funcionaban y escaleras fijas que me obligaban a transportar mi valija, un poco de suciedad... hasta que vi las máquinas expendedoras de alimentos y de pequeños gadget tecnológicos. Encima el vagón estaba impecable. Ok, punto para vos, Barcelona! La experiencia fue siempre igual (o mejor), en los distintos días y horarios en los que tomé el metro. Y los buses de la ciudad también fueron un placer.

Jugándola de local en el Pueblo Nuevo

Poblenou (o Pueblo Nuevo), el barrio donde me hospedé, es residencial hoy en día pero en sus comienzos fue la zona fabril de Barcelona, por eso tiene muchas fábricas recuperadas para fines culturales, de esparcimiento (discos y bares) y hasta vivienda (lofts). A mi me resultó ideal para ir a hacer vida de local y no ser testigo del Truman Show que las ciudades suelen montar, sin proponérselo, para los guiris (o turistas. Pero si quiero parecer local debo decir guiri).
Al recorrer la Rambla de Poblenou en mis primeras horas en la ciudad pude ver que hay mucha vida nocturna. Son las 8 de la noche de un martes y no veo lo que en Buenos Aires: gente corriendo para llegar. Llegar a casa, llegar al súper, llegar al curso, o simplemente escapar de una jornada agotadora en el trabajo o de un transporte público disfuncional y estresante.
No. Esta gente está sentada en las mesas al aire libre de los bares, relajada, hablando de la vida.

Vida con vista al mar

La vida en Barcelona incluye necesariamente al mar, especialmente en verano.
La gente va a la playa después del trabajo. Están los que pasan por su casa a buscar el perro, la bicicleta, o ambos. Y también están los que van directamente desde el trabajo, por lo que no van con traje de bao. Pero no se complican: se desnudan rápidamente con la complicidad de la oscuridad (hay playas nudistas pero este espectáculo no la vi en una de esas) y corren hacia el mar. Listo, cero problemas, y ya se refrescaron después de una jornada laboral.

Obligatorio mirar para arriba 


Casa Milá-La PedreraPor las calles de Barcelona es muy fácil cruzarse con edificios hermosos del siglo XIX que resisten estoicamente el paso del tiempo. Muchas veces, el precio que hay que pagar es que no tengan ascensor y que, encima, tengan unas escaleras diminutas y empinadísimas. Pero muchos de ellos ofrecen, a cambio, interiores amplios y exteriores de una belleza arquitectónica increíble.
Barcelona es una ciudad que ofrece arquitectura modernista de gran nivel a cada paso, sólo hay que mirar para arriba. La belleza se encuentra en muchos lugares de la ciudad pero pareciera estar concentrada en el Passeig de Gràcia, una especie de Avenida Alvear de Buenos Aires donde solían vivir las familias adineradas a comienzos del siglo XX. De hecho, dos de las obras más famosas de Antoni Gaudí están sobre el Paseo de Gracia: la Casa Milá y la Casa Batlló.
Y si se trata de Gaudí y de mirar para arriba, el lugar para hacer eso hasta la tortícolis es La Sagrada Familia, la obra cúlmine del arquitecto español más conocido del mundo.
No sólo el templo está lleno de detalles hasta en las alturas, sino que además Gaudí se encargó de jugar no sólo con las formas, sino también con la entrada de luz natural, que es un espectáculo en sí  mismo.

Del Paseo de Gracia al Raval

El RavalBarcelona lo tiene todo. Me lo habían dicho y pude comprobarlo. Lo que más me gustó es que sea capaz de ofrecer tanta variedad en tan pocos metros cuadrados (comparada con otras ciudades, es pequeña). ¿Y qué más opuesto al Passeig de Gràcia que el barrio del Raval?
La palabra Raval viene del árabe a-rabal que significa “afueras”. En el siglo XIX este barrio (parecido al famoso Barrio Gótico de Barcelona en sus calles angostas, que se pueden ver un poco oscuras si no es mediodía) estaba fuera de las murallas de la ciudad y, una vez derribadas, El Raval sirvió como residencia para la clase trabajadora. Hoy en día aloja a muchas comunidades extranjeras y goza de una fama de inseguro. A juzgar por su estructura laberíntica de calles pequeñas, no me aventuraría a perderme ahí de noche, como sí me animé a hacerlo de día.
El paisaje diurno mezcla comerciantes de diversas nacionalidades con disquerías, barcitos con mucha onda y ropa colgada en los balcones franceses, que hace recordar a la ciudad de Nápoles. A simple vista no hay nada de refinado en El Raval, pero ahí precisamente reside su encanto.

Para cerrar este recorrido visual por Barcelona, te regalo dos tours virtuales por dos de las obras de Gaudí: la Casa Milá (más conocida como La Pedrera) y la Casa Batlló. De nada.

julio 03, 2014

Viajar solo: lo que te puede pasar

Por Verónica C.

Creo que el mundo se divide entre los que han viajado solos alguna vez y los que no lo han probado nunca.
Cada vez que me preguntan si entre mis consejos de viajes incluyo viajar en solitario, siempre digo que sí. No importa si sos hombre o mujer, joven o viejo, es una experiencia que toda persona debería tener una vez en la vida, a pesar de todo lo que te puede pasar...

Cómo comencé a viajar sola

viajar solo
Tenía ganas de ir a un lugar que queda a más de 1.100 km. de Buenos Aires y no había dinero para aviones en esa época... Así que, para evitarme un viaje largo en ómnibus, decidí ir parando en las ciudades intermedias.
Pero la inexperiencia es la mejor maestra: no reparé en que las ciudades que iba a visitar no eran especialmente atractivas, que iba sola por primera vez y que iba con mis problemas a cuestas. Todo listo para un combo letal.
Ese viaje no lo disfruté, pero aprendí mucho. Aprendí que los problemas van con uno a donde uno vaya, por eso la solución no es viajar: la solución es tomar el toro por las astas y resolverlos. Me ahorré mucho sufrimiento y dinero con ese descubrimiento, solamente.

No dejes para mañana lo que puedas viajar hoy

Aún sin haberlo pasado muy bien en ese primer viaje solitario, reincidí y, años después, volví a viajar sola. Nuevamente mis necesidades, tiempo y/o presupuesto no coincidían con los de los demás. Y no quería que me volviera a pasar algo de lo que todavía me estoy arrepintiendo: cuando tuve el tiempo y el dinero para ir a recorrer Europa no lo hice porque no tenía con quién ir. Quince años después, todavía estoy esperando que los planetas se alineen para poder hacer ese viaje. Ya va a llegar.

Mujeres viajando solas

mujeres que viajan solas Cuando anduve por otros países, siempre había alguien que me decía "¿Estás viajando sola? ¡Qué valiente!". ¿La verdad? Nunca estuve de acuerdo con esa afirmación. Para mí un valiente es alguien que se aventura a lo totalmente desconocido, a hacer algo riesgoso.
Así que aquí va un primer mito a desterrar, para aquellos que nunca viajaron solos: no requiere de valentía. Uno puede elegir el grado de aventura que desea ponerle. Se puede ir a una ciudad, hospedarse en un hotel y contratar excursiones o hacer dedo, dormir en campo abierto y darte un chapuzón en el Amazonas. Eso depende de vos.

¿Cualquiera puede viajar solo?

Probablemente no pero, justamente, mi consejo es que lo pruebes, para saber si estás en el grupo de los que disfrutan u odian viajar solos. En cualquiera de los casos, vas a aprender mucho sobre vos mismo y tus siguientes viajes van a ser mejores.

¿Se puede ir solo a cualquier lugar?

lugares para viajar soloSi bien hay lugares para viajar con amigas, sitios para viajar con pareja, destinos para visitar en familia, etc., creo que casi todos los lugares son para viajar solo también. 
Las grandes ciudades te mantienen entretenido, hay mil cosas para ver y hacer. Es difícil encontrar un rato para aburrirse. Por otro lado, los destinos con más naturaleza (ciudades de playa, pueblos en la montaña, etc.), permiten bajar el ritmo y pensar. A veces necesitamos eso. A veces lo que menos queremos es pensar. 
Estas son las que cosas que hay que tener en cuenta al momento de decidir el próximo viaje. Es decir, no vayas a una isla romántica si te acabás de pelear con tu pareja...


Viajar solo: todo lo que te puede pasar

Cosas malas te pueden pasar en cualquier lado, incluso en la puerta de tu casa. Así que ya desterramos dos mitos:
- no viajo solo/a porque hay que ser valiente
- no viajo solo/a porque es peligroso

Por mi parte, viajando sola me pasaron estas cosas terribles:

- La gente se me acerca a hablarme (en hoteles, en excursiones, en el transporte público...), porque no interrumpe ninguna charla.
- Si necesito algo (una indicación, un mapa), siempre tengo más ayuda si lo voy a pedir yo sola que si voy en grupo.
- Tengo tiempo en silencio para pensar, para escuchar el sonido del viento o de las hojas que crujen bajo los pies. Muchas veces, viajando en compañía uno ocupa el tiempo en charlas superfluas (no siempre, claro).
- Me di cuenta de que tenía muchas más habilidades de las que creía. Al estar con otro, hay cosas que no ejercitás porque el otro es el que se encarga de llegar a tiempo al transporte, hacer una reserva, encontrar el camino al hotel, etc. Viajando solo prestás atención a todo, porque toda información sirve. 
Viajando solo/a te das cuenta de lo que te gusta y, también, de lo que no te gusta. Pero, sobre todo, te das cuenta de que la vida es demasiado corta para estar haciendo cosas que no te gustan. Entonces, sin ofender a nadie, empezás a decidir. ¿No te gusta lo que va a hacer el nuevo grupo que acabás de conocer? No vas. Cuando te relacionás con extraños te das cuenta de que la vida debería ser más sencilla y que está en tus manos poder hacerlo. Seguramente, cuando vuelvas a casa empieces a tomar algunas de esas decisiones con tu gente querida, y vas a descubrir que todo era mucho más sencillo de lo que vos querías creer.

Ángeles guardianes en el camino

De todas las cosas que me pasaron viajando sola, hay una que me sorprendió y me dio fe en la raza humana. Sí, así.
Resulta que no me gustan los aviones. Y viajando sola descubrí que esos momentos en los que viene el miedo (no es todo el tiempo, son momentos) son más crueles si uno no tiene con quién compartirlos.
Iba de Guadalajara a México DF. Como siempre, llegué al avión y me acomodé en el asiento de la ventana. Le tenía tanto miedo al giro post despegue que me obligué a sentarme en la ventanilla y mirar durante muchos vuelos, cual escena de La Naranja Mecánica. Ahora puedo decir que sigo sin disfrutar ese momento pero es un miedo superado. En el asiento del medio se sentó una señora y, en el del pasillo, su marido.
Image by Cuando llegó el momento del despegue yo me puse tensa, como era normal (nótese que digo "era"), pegando la cabeza al respaldo y las manos a los apoyabrazos. Debería tener cara de condenada a muerte... jaja. Cuando el avión hizo su giro habitual, debo haber insultado o algo así, porque la señora no pudo evitar mirarme y reírse un poquito. Ahí empezamos a charlar, auspiciadas por la simpatía de los mexicanos.
María me preguntaba qué andaba haciendo y se maravillaba con los viajes que le contaba que había hecho por México, más todos los que tenía planeado hacer. Me preguntaba con curiosidad pero también con preocupación de madre. Y yo, que luego de 6 meses ya estaba extrañando un poco a la mía, jugaba el juego: ella se preocupaba por mí, y yo la dejaba.
Charlamos de la vida, de la salud, del ritmo del DF, de los viajes, etc. Charlamos tanto (y se portó tan maternalmente conmigo), que María hasta me pasó el dato de un oftalmólogo cuando supo que tengo problemas de visión, y me dio su teléfono por si alguna vez necesitaba algo. Me llenó el alma saber que puede haber gente tan tierna ahí afuera, dispuesta a ayudarte porque sí.
El vuelo Guadalajara - DF es breve, así que pronto ya estábamos iniciando el descenso. Seguimos charlando, pero cuando nos acercábamos a la pista, María se distrajo un poco de la charla. Necesitaba mirar a su marido para saber si estaba bien, ya que él también le temía a los aviones.
Así que María se acomodó en su asiento, nos miró y nos tomó a los dos de las manos al tiempo que respiró hondo y dijo "vamos". Cuando las ruedas del avión tocaron la pista (ese momento en el cual uno no sabe si está todo bien o no), María apretó mi mano más fuerte, como diciendo "sigo acá". Y cuando el ruido de los motores nos indicaba que la velocidad ya estaba descendiendo, María levantó las manos de ambos y festejó, como diciendo "lo hicimos otra vez (a su marido). Lo hicimos juntos (a mí)".

Nunca estás solo. Estás con vos mismo


Así que, paradójicamente, lo que más aprendí viajando sola es que nunca estás solo. Siempre estás con vos mismo y, eventualmente, con alguien que quiere compartir un rato de su tiempo. Al fin y al cabo, ¿la vida no es eso?
Si bien también me gusta (y prefiero) viajar acompañada, sigo sin entender de qué tienen miedo los que quieren viajar solos pero no se animan ¿Tiene miedo de estar consigo mismos?
Y a los que le tienen miedo a lo desconocido, a las sorpresas, sólo puedo dejarles una reflexión final: si pensás que la aventura es peligrosa, probá la rutina: es letal.