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octubre 26, 2015

Barcelona en un toque


Ya te conté qué se puede ver, oír, saborear y hasta oler en Barcelona. Y será bastante difícil transmitirte las sensaciones táctiles que uno puede tener en la ciudad, porque solemos concentrar todos nuestros esfuerzos en la vista. Pero haré lo posible.

La Playa

Como ya te he comentado, la vida en Barcelona incluye necesariamente al mar. Así que, apenas bajada del avión, mi amiga y huésped me llevó directo a la playa. Fue el mejor lugar que podría haber elegido para ponernos al día sobre cómo estábamos, mientras comíamos una pizza. Tenía todo a la vez: el relax post-avión, ver la escena local, degustar una pizza, charlar y, encima de todo, spa. ¿A quién no le gusta hundir los pies en la arena húmeda y fresca? Esa sensación vale doble cuando venís de 12 horas de vuelo, es verano y hace casi un año que no pisás una playa.

Años esperando

Vista_desde_la_Sagrada_Familia
Así como había esperado casi un año para volver a tocar una playa, había esperado la mitad de mi vida para conocer La Sagrada Familia.
La monumental obra del genio Antoni Gaudí (perdón, es que lo amo mucho), podría convertirte en católico aunque fueras ateo.
Tal era mi emoción por cumplir el sueño de estar ahí, que no me bastaba con verla, quería experimentarla con todos los sentidos posibles. ¡Si me hubieran dado un pedacito de mármol me lo comía, creo yo!
La_Sagrada_Familia_Torre_del_Nacimiento
 Así que más allá de maravillarme con los techos de película, los juegos de luces que provocan los vitrales, y las vistas increíbles desde las torres, aproveché para tocar todo lo que pude.
Acaricié los mármoles de los asientos y palpé la rugosidad de la piedra fría de la Torre del Nacimiento, traída de la montaña de Montjuïc de Barcelona.

Tocando a Gaudí

Casa_Milá_La_Pedrera
Creo que a esta altura del partido ya quedó claro que soy fan de Gaudí, no? Bueno, la cuestión es que recorrí sus obras más importantes, y en Casa Milá (más conocida como La Pedrera) y Casa Batlló hice lo que no se debe: toqué todo.
Yo sé que son museos, que uno no debe. ¡Pero algunas superficies invitan a ser tocadas!
Casa_Milá_La_PedreraEn Casa Milá uno puede acceder a uno de los tantos departamentos que, en algún momento, fue habitado por alguna familia adinerada de Barcelona. Y, mientras los demás turistas sacaban fotos, yo tocaba (lo que se podía, claro). Yo acariciaba puertas, marcos... una demente, sí. Pero basta observar lo que son las puertas de los baños o los cuartos de servicio (arriba, izquierda). Las puertas más insignificantes del mundo Gaudí las volvía arte.
La gente normal bajaba la escalera de Casa Milá tomándose de la baranda. Yo, en cambio, acariciando la curva que Gaudí diseñó en mármol (arriba, derecha).
Casa_BatllóY si en Casa Milá rompí la regla básica de un museo, en Casa Batlló debería haber quedado detenida, directamente.
La Casa Batlló recrea el mundo submarino, con sus curvas sinuosas y los diferentes azules del patio interior.  Mientras bajaba esta escalera espectacular (izquierda) recorrí con las puntas de mis dedos el relieve de cada cerámico.
Casa_BatllóEste edificio, construido originalmente por otro arquitecto pero remodelado completamente por Gaudí es el templo de la ergonometría. Antoni Gaudí solía construir muebles que se adaptaban amablemente al cuerpo (sillas, sillones), pero en este caso llevó el concepto al extremo (y ahí, precisamente ahí, es donde uno quiere tocar todo!): las barandas de las escaleras, las manijas de las puertas, las canillas de los baños, todo, absolutamente todo lo que un habitante de la casa podría tocar en su vida cotidiana, fue diseñado ergonométricamente y calza a-la-per-fec-ción en una mano, cualquiera sea su tamaño. Durante la visita guiada te lo van contando, y me vi terriblemente tentada de comprobarlo. Doy fe, calza perfecto en la mano.

Tocando sin culpa

Gato_de_Botero_BarcelonaHabrá varios lugares en la ciudad donde tocar no esté tan prohibido como en un museo. A mí se me ocurren dos: uno tiene que ver con el arte, y el otro no.
El primero es la estatua del Gato de Botero, ubicada en la Rambla del Raval. La obra de arte al aire libre carece de la solemnidad típica de los museos e invita a ser tocada, especialmente en los días de calor, en los que uno puede sentir el frescor de su bronce.
El otro lugar que viene a mi mente donde uno puede tocar sin culpa es el Mercat Els Encants. Se trata de un mercado de pulgas (no muy visitado por turistas), ubicado cerca de la icónica Torre Agbar. Ahí uno puede revolver y comprar -tanto nuevo como usado- ropa, accesorios, decoración, libros, tecnología y más. Sólo es cuestión de recorrer, mirar y, por supuesto, tocar.

octubre 23, 2015

BCN, en la nariz y en el corazón


Si bien Barcelona te conquista a través los ojos y las papilas gustativas, según dicen los expertos los olores son la sensación más directamente ligada a la memoria. Y extraño. Extraño Barna. Así que voy a rememorar lo que olí durante mi estadía, para mantener vivo el recuerdo hasta que pueda volver. Anticipo: no todo huele bien en BCN.

Las cocinas del mundo en una sola cuadra

cocina de BarcelonaSegún circuló en los medios (y nunca se pudo confirmar), cuando llegó a España junto a su marido David Beckham, dicen que Victoria Beckham dijo: “España huele a ajo”. Se armó un escándalo... No puedo darle la razón a Victoria pero tampoco desmentirla abiertamente. Suceden dos cosas: es verdad que en la cocina española (y en la catalana) se usa mucho el ajo. Y, además, no tengo ningún problema con el ajo. Ajo, te amo.
Pero para ser más precisos, las calles de Barcelona pueden oler a todas las cocinas del mundo a la vez. Una tan sólo 100 metros podés oler pescado frito, comida árabe, comida china, paella y café. En BCN, a diferencia de otras ciudades, el olor a comida no me sorprendía en cualquier lugar y horario saliendo de un puesto callejero. De hecho, ahora que lo pienso, no recuerdo haber visto gente comiendo mientras camina o viaja en transporte público, algo más habitual en algunas ciudades latinoamericanas. Los olores salían siempre de locales de comida, en general ubicados medio juntos en alguna zona determinada. Si vas por las callecitas angostas de El Raval seguramente huela a kebab, ya que en ese barrio se aglutina una gran comunidad del medio oriente. En cambio, si caminás por el Paseo de Gracia a la mañana o a la tarde, seguramente huela a café express.

El Gótico y sus “fragancias”

olores de Barcelona
Había visto programas de televisión donde los catalanes se quejaban del olor a pis del Barrio Gótico, que todas las noches veía sus angostas, oscuras y antiguas calles convertidas en baños públicos gracias a la cantidad de cerveza expendida por los bares y la desfachatez de los turistas.
En mi segunda noche en la ciudad terminé caminando por el Gótico casi sin planearlo. Apenas empecé a recorrer esas callejuelas centenarias no dejaba de pensar: guau, finalmente estoy acá…. Y en el medio de ese pensamiento me acordé: ¡el olor! ¡Tengo que prestar atención! Agudicé todos mis sentidos (mientras no le aflojaba a la charla con mi amiga, claro) y empecé a comportarme como un perro sabueso. Finalmente, después de buscar con mi nariz un rato, apareció el olorcete, sobre una callejuela que ya habían baldeado. Así que doy fe. No es una cosa insoportable, no se extiende a todo el Gótico, pero en algún rinconcito pueden aparecer las evidencias de los efectos diuréticos de la cerveza.

Sigamos escatológicos

olores de Barcelona
La playa de Bogatell, que pertenece al barrio de Poblenou (donde me hospedé), es sencilla pero tiene todo lo necesario: arena, sol, mar… No podía creer que una playa linda (hay mejores, obvio) fuera donde desembocan las cloacas de la ciudad. Quizás eso explique el mal olor que puede sentirse en algunas zonas, con mayor claridad en Poblenou. Pasa que en esa zona de la ciudad la pendiente es menor y la red, además, es ya bastante antigua, de modo que es mucho más fácil que los residuos se sedimenten y causen malos olores.
Creo que desde 2006-2008 hay planes del Ayuntamiento para solucionar este hediondo problema. Muchachos, les aviso que en 2015 el problema sigue sin resolverse eh? De hecho, si no huelen las cloacas huele el camión atmosférico, que a su paso soluciona un problema pero crea otro. Al camión sí que es imposible ignorarlo. Te sorprende en cualquier calle y horario y no pasa desapercibido…
Pero mirá si será linda Barcelona, que hasta se le perdona que a veces huela un poquito mal.
También hay que entender que este es un problema que enfrentan muchas ciudades de Europa que, con más 500 años de historia encima, tienen el desafío de proveer servicios para poblaciones mucho más grandes que cuando fueron creadas. Dicen (no me consta, yo no había nacido) que los primeros rastros de población encontrados en la zona del Raval datan del Neolítico (5.500 a.C., año más, año menos). Así que imaginate la historia que tiene la segunda ciudad más poblada de España… Igual, aclaro por las dudas: las cloacas no datan del Neolítico, eh? Nunca falta el que pregunta...

Olor a Mojito

Mojo
Sí, ya sé. Te imaginaste el famoso trago cubano y pensaste que no tiene un olor muy característico, salvo por las hojas de menta. Pero no, no me refiero a eso.
Me refiero a Mojo, un perro catalán, que ansiaba conocer desde Buenos Aires. Sí, viajé más de 10.000 km para conocer un perro. Bueno, no exactamente, pero casi.
Y la verdad es que esto es una experiencia 100% personal que no vas a tener, salvo que conozcas al Mojo. Antes de conocerlo y por su cara de vago, me imaginé que tendría “olor a perro” . Y así fue, Mojito no me defraudó. Muchos dirán: ¿y a qué otra cosa podría tener olor?. Pero entenderás que cuando uno extraña a alguien, extraña todo, hasta su olor. Y yo extraño varias cosas de Barcelona, incluido el olor a perro de Mojito.


Fotos: @LadyMik


octubre 20, 2015

Barcelona, mucho gusto


comida en BarcelonaCuando organicé mi viaje a Barcelona para ir a visitar a una amiga, le dije: “yo quiero ir a ver obras de Gaudí y comer, nada más”. Y no me creyó, pensó que exageraba. Con el correr de los días, creo que se fue convenciendo...
Quien tiene abuelos españoles sabe que España es uno de los países con mejor tradición gastronómica del mundo y que no escatiman los muchachos… Todavía recuerdo las mesas navideñas con 3 entradas, 2 platos principales, 3 opciones de acompañamiento, postre y frutas secas y turrones para ver los fuegos artificiales. Creo que es una marca registrada de los abuelos que sufrieron la guerra y vivieron la racionalización de alimentos: las mesas están a tope.

Lo bueno, si mucho, dos veces bueno

Los españoles que no han vivido la guerra también son de buen comer. Se ve que la costumbre se fue pasando de generación en generación, jaja. Las entradas de los restaurantes son generosas, así que conviene preguntar cómo son antes de embarcarse en pedir muchas cosas de entrada más platos principales para cada comensal.
Además, tienen la costumbre de ir de tapeo, es decir, ir de bar en bar tomando y, por ende, comiendo. No existe eso de ir a un bar, charlar 3 horas e irse a su casa. No. 
Así, los grupos de amigos van visitando bares y probando diferentes tapas (un pedacito de tortilla, un poquito de jamón, todo es bueno -y rico-) o pintxos (rodajas de pan con algo rico para comer encima).

Clásicos catalanes

Hay mucho para probar en Barcelona, pero un tour gastronómico no puede dejar de lado clásicos como: frutos de mar (en todas sus variedades), jamón (en todas sus variedades también), tapas, fideuá (similar a la paella pero con fideos, pescado y mariscos), churros y la crema catalana.
pulpitos en La ParadetaEn cuanto a bebidas, los pakis de la playa te van a ofrecer cerveza hasta la muerte y demás podés probar el tinto de verano (vino tinto con limón) o el calimocho (vino tinto con Coca-Cola). No serán ooohhh qué rico, pero ¡hay que probar!

Si de comer pescados y mariscos se trata, recomiendo La Paradeta, un lugar con pocas pretensiones pero una calidad y precio imbatibles, que lo convierten en el elegido de los locales. Se ven pocos guiris en sus sucursales, todavía. Los comercios son, en realidad, pescaderías con mesas para comer ahí. Y son autoservicio. Suele haber fila antes del horario de apertura y, cuando lográs entrar, te venden los pescados o mariscos que elijas, por peso. A tu pedido le cargan la bebida y pasás a la caja. Pagás, tomás la mesa que te asignan, y luego te empiezan a llamar desde la cocina para que vayas retirando lo que fuiste pidiendo. Cero glamour pero todo fresquísimo y aprobado por los paladares locales, que saben de frutos de mar.

El mundo a un paso de distancia


pastelería en BarcelonaEs difícil probar todo lo que BCN tiene para ofrecer, ya que logra concentrar la comida del mundo en una superficie que es la mitad de la ciudad de Buenos Aires. Lo que tengas ganas de comer, en Barcelona lo vas a encontrar. ¿Comida china, árabe, japonesa, vietnamita, argentina, italiana? Pedí, que hay. 
¿Lo peor de todo? Muchas cosas las hacen muy bien. Como tienen tanta buena fama con la comida salada, pensé que lo dulce no era su fuerte. Pero en cualquier lado se puede tomar buen café, excelente pastelería francesa (soy una gran catadora, sé lo que te digo), gran panificación, buenos helados… Saben comer bien, bah. Así que mi idea de ir a comer no era para nada desacertada... Metí museos y shopping para no sentirme culpable, creo yo.
100 Montaditos BarcelonaMis grandes descubrimientos gastronómicos no son quizás cosas características de Catalunya, pero he pasado grandes momentos en los 100 Montaditos (una cadena con sucursales en varios países del mundo) y, aunque no lo puedas creer, en Nostrum, que es una cadena que tiene comida apta para freezar y donde se puede comer por €1 a €4. No será gourmet, pero seguramente algún turista apreciará este dato. Se puede comer ahí o llevar. Y el heladito de €1 es todo lo que necesitás para seguir caminando la ciudad.  


Hablemos de La Boquería

Pongámonos serios. Yo sé que hay que ir, que es un must, que es un símbolo de BCN y bla, bla, bla. Pero te voy a ser totalmente honesta: amo los mercados, aunque sean sucios y desprolijos, y la verdad es que La Boquería me decepcionó un poco. 
Para ser justa, llegué cansada y cerca de la hora de cierre. Pero también es cierto que no vi tanta variedad y que los precios son superiores a cualquier otro mercado. Hay un mercado en cada barrio así que, seguramente a 2 estaciones de metro de tu hotel haya un mercado menos concurrido y con los mismos productos a menor precio. #manejalo

octubre 16, 2015

Barcelona: música para mis oídos


Barcelona inspiraUna amiga mía, buscando un nuevo rumbo, me dijo un día: “no sé lo que quiero pero me voy a Barcelona a pensarlo frente al mar”. Me pareció un poco exagerado pero en cuanto pude fui a visitarla para entender el porqué de su decisión.
A través de la experiencia que te voy a contar vas a encontrar links para escuchar los sonidos de Barcelona. Si alguna vez fuiste, seguro, los vas a reconocer.

La ciudad bulle pero no grita

Apenas bajada del avión y llegando a Plaza España con el bus oficial del aeropuerto noté algo: no se escuchaba ni una sola bocina a pesar de estar en plena hora pico de un día de semana. Sólo se escuchaba alguna bicicleta o ciclomotor de vez en cuando. Nada de gritos, motores o bocinazos. Lo único que logra alterar a la ciudad entera es cuando gana el Barça, nada más. Empezaba a sospechar que los catalanes saben vivir la vida y que no se van a volver locos por llegar cinco minutos antes a las próximas tapas. (porque, convengamos, esa gente vive de tapas, jajaja). Era el nivel de orden justo que iba a buscar, para descansar un poquito del caos de Buenos Aires.

Entender el catalán: una misión no tan imposible

calles de BarcelonaAl entrar al metro también me sorprendió que lograban comunicar las estaciones y el cierre de puertas sin lastimar el oído; el subte de Buenos Aires es mucho más ruidoso. Durante mi estadía en Barcelona me divertí jugando a entender los anuncios en catalán en el transporte público o en los museos. Te sentís un groso porque se entiende casi todo. Pero un diálogo entre dos catalanes ya no es tan sencillo de seguir…
De todas maneras, no escuché tanto catalán como me imaginaba. Se comenta tanto que te hablan todo en catalán aunque no entiendas, que iba con miedo. Pero no sólo escuchaba a los locales hablar en castellano (al menos por la calle), sino que además nadie me hizo pasar ningún mal momento producto de su nacionalismo. Pero hay un dato clave por el cual se entiende por qué Barcelona es considerada una de las ciudades top del mundo: por sus calles se escuchan tantos acentos como por las calles de New York. Por la calle se escuchan miles de idiomas, especialmente el italiano. Me parece que debe haber más italianos que catalanes en la ciudad...

Los bares, centro de la vida social

En BCN la gente sale. Mucho. Los lunes, los martes, los miércoles… y así. Y lo que vi (o escuché) yo es gente sentada en las mesas de los bares al aire libre relajada, hablando de la vida. Los diálogos no contienen drama, los que dialogan no están exaltados, los amigos no se están poniendo al día después de no verse por una semana. Parecen charlar los pequeños detalles de la vida, del aquí y ahora, como continuando la charla de ayer.

Los sonidos de la playa

Cuando se trata de la playa, en BCN hay dos sonidos clave: uno, el ir y venir de las olas. El otro, los “pakis” que interrumpen charlas al grito de "cerveza - agua - bir" (léase beer, cerveza en inglés).
Los pakis son todos aquellos provenientes de Pakistán (o no. Si tenés la piel oscura, no hablás bien castellano ni catalán y tenés un minimercado o vendés cerveza en la playa, sos Paki). Al principio me chocó esta estigmatización, pero después recordé que en Argentina cuando vamos al super vamos "al chino", y se me pasó la moralina.
Fuera de eso, las playas no son ruidosas. No hay gente gritando de lado a lado de la sombrilla por un sándwich de milanesa, ni escuchando música al palo. ¡Ni siquiera ladran los perros! Conclusión: los argentinos somos muy ruidosos… #chocolateporlanoticia

Sonido divino

De todos los sonidos que me traje de BCN, hay uno que no puedo quitar de mi cabeza. Quizás no sea el más lindo, ni el más relajante pero es un sonido que esperé mucho tiempo para conocer. Deseé por 20 años visitar la Sagrada Familia, la increíble obra de Gaudí que, se estima, estará terminada para 2026 (la construcción comenzó en 1882, vale aclarar).
Todavía recuerdo el murmullo constante dentro del templo y, a pesar de que recorrí el interior, el exterior y las torres quiero volver a escuchar ese sonido. Mientras tanto, comparto un brevísimo y caserísimo video de cómo se baja por las estrechas torres de la Sagrada Familia:




octubre 13, 2015

Qué se puede ver (y espiar) en Barcelona

Barcelona es una ciudad para experimentar, no para contar. En esa serie de entradas te propongo recorrer los 5 sentidos a través de las sensaciones que te proporciona esta ciudad.


arquitectura de BarcelonaCada vez que recuerdo mi paseo por Barcelona (el primero de muchos, espero), lo que recuerdo son las sensaciones que tuve en un momento u otro. No recuerdo tanto los nombres, las coordenadas geográficas, los datos. La ciudad impacta tanto (y tan bien), que lo que recuerdo son las sensaciones. Así que me gustaría contar y recordar mi viaje así, recorriendo lo que percibieron mis cinco sentidos. Hoy: la vista.

Las primeras vistas de la ciudad

arquitectura de BarcelonaSalí del aeropuerto y en una de sus mismísimas puertas me tomé un bus genial que recorre la ciudad y termina en Plaza Catalunya, un lugar muy céntrico y desde donde se puede conectar con distintas opciones de transporte público. El recorrido desde el aeropuerto es agradable: por la avenida Les Corts Catalanes ya asomaban cientos de edificios hermosos. Las calles se veían limpias, ordenadas, todo perfectamente señalizado.
La verdad que las primeras vistas de la ciudad que uno tiene son muy lindas, y auguran lo que será la visita, a diferencia de otras ciudades, donde uno entra por lugares que espantan.

Surfeando en transporte público

arquitectura de BarcelonaAl llegar a Plaza Catalunya me zambullí en el metro, todavía shockeada por la belleza de los edificios. Algunas avenidas me recordaban a la Avenida de Mayo en Buenos Aires, o a Madrid. No podía creer que todo fuera tan lindo y eficiente. Desconfiaba. ¡Tenía que haber algo que estuviera mal! Así que entré al metro decidida a encontrar algo para criticar. Sí señor.
La realidad es que encontré un poco de calor (llegué en plena ola de calor, con días de 38 grados), ascensores que no funcionaban y escaleras fijas que me obligaban a transportar mi valija, un poco de suciedad... hasta que vi las máquinas expendedoras de alimentos y de pequeños gadget tecnológicos. Encima el vagón estaba impecable. Ok, punto para vos, Barcelona! La experiencia fue siempre igual (o mejor), en los distintos días y horarios en los que tomé el metro. Y los buses de la ciudad también fueron un placer.

Jugándola de local en el Pueblo Nuevo

Poblenou (o Pueblo Nuevo), el barrio donde me hospedé, es residencial hoy en día pero en sus comienzos fue la zona fabril de Barcelona, por eso tiene muchas fábricas recuperadas para fines culturales, de esparcimiento (discos y bares) y hasta vivienda (lofts). A mi me resultó ideal para ir a hacer vida de local y no ser testigo del Truman Show que las ciudades suelen montar, sin proponérselo, para los guiris (o turistas. Pero si quiero parecer local debo decir guiri).
Al recorrer la Rambla de Poblenou en mis primeras horas en la ciudad pude ver que hay mucha vida nocturna. Son las 8 de la noche de un martes y no veo lo que en Buenos Aires: gente corriendo para llegar. Llegar a casa, llegar al súper, llegar al curso, o simplemente escapar de una jornada agotadora en el trabajo o de un transporte público disfuncional y estresante.
No. Esta gente está sentada en las mesas al aire libre de los bares, relajada, hablando de la vida.

Vida con vista al mar

La vida en Barcelona incluye necesariamente al mar, especialmente en verano.
La gente va a la playa después del trabajo. Están los que pasan por su casa a buscar el perro, la bicicleta, o ambos. Y también están los que van directamente desde el trabajo, por lo que no van con traje de bao. Pero no se complican: se desnudan rápidamente con la complicidad de la oscuridad (hay playas nudistas pero este espectáculo no la vi en una de esas) y corren hacia el mar. Listo, cero problemas, y ya se refrescaron después de una jornada laboral.

Obligatorio mirar para arriba 


Casa Milá-La PedreraPor las calles de Barcelona es muy fácil cruzarse con edificios hermosos del siglo XIX que resisten estoicamente el paso del tiempo. Muchas veces, el precio que hay que pagar es que no tengan ascensor y que, encima, tengan unas escaleras diminutas y empinadísimas. Pero muchos de ellos ofrecen, a cambio, interiores amplios y exteriores de una belleza arquitectónica increíble.
Barcelona es una ciudad que ofrece arquitectura modernista de gran nivel a cada paso, sólo hay que mirar para arriba. La belleza se encuentra en muchos lugares de la ciudad pero pareciera estar concentrada en el Passeig de Gràcia, una especie de Avenida Alvear de Buenos Aires donde solían vivir las familias adineradas a comienzos del siglo XX. De hecho, dos de las obras más famosas de Antoni Gaudí están sobre el Paseo de Gracia: la Casa Milá y la Casa Batlló.
Y si se trata de Gaudí y de mirar para arriba, el lugar para hacer eso hasta la tortícolis es La Sagrada Familia, la obra cúlmine del arquitecto español más conocido del mundo.
No sólo el templo está lleno de detalles hasta en las alturas, sino que además Gaudí se encargó de jugar no sólo con las formas, sino también con la entrada de luz natural, que es un espectáculo en sí  mismo.

Del Paseo de Gracia al Raval

El RavalBarcelona lo tiene todo. Me lo habían dicho y pude comprobarlo. Lo que más me gustó es que sea capaz de ofrecer tanta variedad en tan pocos metros cuadrados (comparada con otras ciudades, es pequeña). ¿Y qué más opuesto al Passeig de Gràcia que el barrio del Raval?
La palabra Raval viene del árabe a-rabal que significa “afueras”. En el siglo XIX este barrio (parecido al famoso Barrio Gótico de Barcelona en sus calles angostas, que se pueden ver un poco oscuras si no es mediodía) estaba fuera de las murallas de la ciudad y, una vez derribadas, El Raval sirvió como residencia para la clase trabajadora. Hoy en día aloja a muchas comunidades extranjeras y goza de una fama de inseguro. A juzgar por su estructura laberíntica de calles pequeñas, no me aventuraría a perderme ahí de noche, como sí me animé a hacerlo de día.
El paisaje diurno mezcla comerciantes de diversas nacionalidades con disquerías, barcitos con mucha onda y ropa colgada en los balcones franceses, que hace recordar a la ciudad de Nápoles. A simple vista no hay nada de refinado en El Raval, pero ahí precisamente reside su encanto.

Para cerrar este recorrido visual por Barcelona, te regalo dos tours virtuales por dos de las obras de Gaudí: la Casa Milá (más conocida como La Pedrera) y la Casa Batlló. De nada.

junio 04, 2014

6 razones para odiar Nueva York

Por Verónica C.

En el post anterior te contaba cómo pasé de ignorar Nueva York a amarla, en un solo viaje. Pero también te decía que no es perfecta. Así que, para los detractores de la ciudad (alguno debe haber, yo dejé el puesto vacante!) hice una lista de razones para odiar Nueva York. Allá vamos.

El frío más frío del mundo mundial

Cuando en las películas veía Nueva York nevada pensaba que era lindo, glamoroso, hasta sexy. Pero no, es una porquería. Partamos de la base de que odio el frío. Hecha esta aclaración, la verdad es que para un viaje de bajo presupuesto (léase hostel + callejear todo el día + comer barato y en la calle) como el que hice yo, no estaba bueno tremendo frescor.
En invierno el frío de Nueva York te cala los huesos y estar todo el día en la calle es duro. Parecés el muñeco de Michelin con tanto abrigo y, a pesar de que la ropa de montaña es excelente porque te mantiene caliente y es liviana, la verdad es que hay mucho componente sintético y tenés más estática que una central hidroeléctrica.
Invierno New YorkAsí que para recorrer Nueva York en invierno (yo fui a fines de noviembre) es clave llevar ropa cómoda y abrigada y hospedarse en un lugar decente. Yo tuve suerte en todos los lugares donde estuve, ya que había buena calefacción y agua caliente: Hostelling  International, Jazz In the Park y Equity Point. La habitación no era tan cálida en el Loft Hostel en Brooklyn, pero nada terrible... Sí, en 10 días estuve en 4 hostels. Eso pasa por no reservar con anticipación.
Y volviendo al frío, era odioso sacarse los guantes para agarrar algo de la mochila. Llegaba un momento donde daba fiaca sacar una foto... Así que mi objetivo es volver en primavera (el verano es intenso también…).
Eso sí: la recompensa de tanto frío es encontrarte a cada paso con la imagen de una alcantarilla humeante, que se presta para una foto épica.

Las ratas

Las ratas y Nueva YorkHe leído historias sobre ratas en habitaciones de hotel e incluso metiéndose por cualquier huequito en las casas y departamentos. Se ve que hay muchas. Yo no tuve inconvenientes en ninguno de los hoteles que visité, pero debo decir que no quiero viajar en el metro de Nueva York de noche nunca más en la vida. Jamás pensé que pudiera ver una tremenda rata (tamaño gato pequeño) por los andenes, como si nada, a las 12 de la noche. Se ve que a esa hora consideran que el tráfico humano no es suficiente como para asustarse. La asustada fui yo, y nunca más me pude sentar tranquila en un banco a esperar el metro, ni siquiera de tarde.

Todo es un comercio

Ground ZeroLos norteamericanos son conocidos por su capacidad comercial. No casualmente son los creadores del marketing. Y la verdad es que no puedo ponerme en sus zapatos e imaginarme lo que habrá sido vivir aquel 11 de septiembre de 2001 en Manhattan. Me resultó estremecedor caminar cerca del Ground Zero y recrear en mi mente esas imágenes vistas en los noticieros hasta el hartazgo: miles de personas corriendo, aterrorizadas, por esas calles angostas. No puedo ni imaginar lo desesperante que habrá sido ver la enorme nube de polvo y estar en una isla superpoblada, sin saber qué está pasando y con todo el transporte cortado.
Sin embargo, al ir al Ground Zero me sorprendieron varias cosas: desde la gente sacándose selfies (!) hasta un local de souvenirs. ¿¿¿En serio??? ¿En serio la gente compra imanes para la heladera con la foto de las dos torres y la leyenda “We Will Not Forget” (“No olvidaremos”)? ¿En serio la gente compra un peluche vestido como un bombero y con una clara referencia a ese día? Me daba tanta pena cada souvenir, que no podía encontrar el homenaje.
Entiendo que el pueblo estadounidense tiene un nivel de patriotismo que en Argentina no tenemos, pero me costó asimilar eso. Me la pasé lagrimeando toda la visita.

La falta de "cafetines de Buenos Aires"

Sé que en unos pocos días y como turista uno no ve mucho. La visión que uno se lleva de un lugar es totalmente parcializada.
Pero me llamó mucho la atención que por los lugares más céntricos de la ciudad (Times Square, la zona del Flatiron, cerca de los edificios Chrysler y Empire State) me costara encontrar bares con vidriera a la calle, algo tan común en Buenos Aires. En general los frentes de los comercios eran bien angostos y en muchísimos casos el poco frente disponible estaba ocupado por la caja registradora, un grill, o cualquier otra cosa. Las mesas se ubicaban al fondo, sin vista al exterior.
De hecho, en Times Square quise desayunar mirando la calle porque esperaba que en cualquier momento nevara y me fue imposible encontrar un café con vista (están el Hard Rock Café y Bubba Gump Shrimp Co., pero ninguno es un lugar para desayunar), y mucho menos con un piso superior, algo bastante común en las esquinas de Buenos Aires también. Por suerte, había un Mc Donald's que cumplía con casi todas mis exigencias: vista a la calle, altura, precios aptos para mi bolsillo. Eso sí: los asientos frente a la ventana estaban todos ocupados y además un cartel tapaba bastante. Pero podía ver algo del movimiento de la ciudad mientras tomaba mi café. También está el Europa Café en la 7 y la 43 (sueno re local, no?), pero cero clima. Autoservicio, gente apurada, bastante turista... Nah.

Little ItalyEn los demás cafés donde me senté noté mucha mesa individual y gente sola. No vi que nadie usara el café como lugar de reunión de amigos.
Seguramente esos lugares existen (en Tribecca, Soho, Greenwich Village) pero yo no me los crucé y además noté mucha cultura del on the go. Todo es individual y para llevar. Eso me hizo pensar que yo no podría vivir en New York. Donde me sentí más cómoda fue en Little Italy, y no es casual: no tengo sangre italiana pero a comienzos del Siglo XX un 40% (!) de la población de Buenos Aires era inmigrante, y una gran mayoría eran italianos.

La falta de naturaleza

Patinaje sobre hielo en Bryant ParkSi en tus viajes te gusta que haya naturaleza, NYC no es el lugar para ir. Están muy orgullosos de su ciudad (para mí tienen con qué) pero no ves un espacio verde más allá del Central Park.
Recuerdo la sensación de alivio cuando llegué a Washington Square, que es como una plaza grande. Bryan Park, ni cuenta. Al menos en invierno cobra protagonismo la pista de patinaje y las áreas verdes no sólo están "peladas" sino que además están cubiertas por los puestos de una feria artesanal/de alimentos.
Si querés ver algo de naturaleza tenés que tomarte un bus hacia las cataratas del Niágara, lo que te va a quitar el día completo.

La Navidad al palo

Si odiás la Navidad, ni se te ocurra ir a NYC desde fines de noviembre hasta los primeros días de enero. Los tipos son los reyes de la Navidad. En la calle escuchás paso a paso las campanitas de las personas que están colectando dinero. En los locales suenan todos los villancicos posibles. Te encontrás lucecitas navideñas hasta adentro del inodoro. Yo creo que si entrás a Toys R Us te da un ataque. Así que preservate y andá en otra época.


Bueno, y ahora me voy a sincerar. Comencé este post tratando de hacer una lista de 10 razones para odiar Nueva York, pero sólo encontré 6! Nuevamente, NYC gana.
Si tenés más razones para odiarla, comentá!

mayo 01, 2014

New York: la ciudad que te abofetea

Verónica C.

Yo era de las que no se morían por conocer Nueva York. Pero la posibilidad asomó a mi puerta y decidí darle una chance. Mientras volaba hacia la ciudad que nunca duerme, pensaba: más te vale que estés buena, porque me cuesta mucho dinero venir a conocerte…
La llegada al aeropuerto J. F. Kennedy no es glamorosa, como yo esperaba. Desde el avión ves una costa pobretona, zonas fabriles, casas que rozan con un rancho... Yo esperaba sobrevolar la Estatua de la Libertad y los rascacielos, ¡qué decepción! Después me enteré de que eso lo ves si llegás por el aeropuerto de Newark, ese que yo discriminé por no tener (no lo comprobé) tan buenas conexiones con Manhattan en transporte público.
Pero a pesar de esa primera y efímera impresión, la ciudad se encarga de darte una soberbia bofetada y de dejarte atónito instantes después de tu llegada. Así que ahora soy de las que recomiendan fervientemente conocer Nueva York, jajaja. Te voy a contar por qué.

New York y su personalidad

New York y su personalidadSi bien me gustan mucho más los viajes a la naturaleza, lo que disfruto de ir a las ciudades es descubrir su personalidad. Como si fueran personas, hay que tomarse un tiempo para conocerlas sin prejuzgar y, luego de eso, podés amarlas, odiarlas, o serles totalmente indiferente.
Mi prejuicio consistía en que Nueva York era altanera, snob, tonta... medio Paris Hilton. Pero me parece que había hablado con un único tipo de viajero. Con lo que me encontré fue con una ciudad impactante pero cercana, sorpresiva, bella, inteligente, irónica, y llena de cultura.
Así que si tuviera que darte alguna recomendación a vos (o a mí misma) es que experimentes el mundo (sea un viaje o conocer al vecino) por vos mismo, y no por la descripción de nadie. Mucho menos por este post, claro.

La ciudad déjà vu

New York es un déjà vu permanente. Es sentir a cada paso que ya conocés ese lugar, aunque no hayas estado nunca ¿Tan fuerte es la penetración cultural?
La ciudad déjà vu
Todavía recuerdo la confusión que sentí cuando, llegando a mi hostel cerca del Harlem, ví unas casas muy lindas, iguales a las de las películas. Tenía la extraña sensación de haber estado ahí antes. Pero no, no estuve nunca. Chequeé mi pasaporte, está confirmado: ¡es la primera vez que ingreso a Estados Unidos! ¿Pero entonces por qué tengo esta sensación? No lo sé. Me pasó mil veces durante el viaje. En vez de avanzar sorprendiéndome a cada paso con algo nuevo, la sensación era que iba "redescubriendo" un lugar que ya había visitado o soñado. Muy loco.

NYC y Buenos Aires, no tan diferentes

Otra sensación maravillosa fue conocer Wall Street (sí, puede que sea lo menos relevante para la mayoría de los turistas). Estaba ansiosa por verla vacía, un domingo a la mañana. Me la imaginaba gris, metálica, ideal para las fotos. No era taaaaan así pero no me decepcionó.
Wall StreetDe todas maneras lo más sorprendente fue que resultó mucho más parecida a la city porteña de lo que me hubiera imaginado jamás. Quitando el Trump Building que es altísimo, Wall Street me resultaba bastante parecida a la zona de Reconquista y Corrientes en Buenos Aires.
Habrá quienes dirán que tengo una imaginación muy amplia, pero los andamios en las fachadas de los edificios en refacción, las calles estrechas, vacías el domingo pero esperando a convertirse en un hormiguero el lunes, tenían un clima muy similar a la zona de negocios de mi ciudad.

¿Qué tiene el famoso Central Park?

Me daba bastante curiosidad ver qué tenía el Central Park para que locales y extranjeros estuvieran tan locos por él. Así que dediqué un día a recorrerlo. No había otra cosa en la agenda. Hoy: Central Park. Y veamos quién gana, él o yo.
Así que fui hasta el Museo Guggenheim, crucé la calle, y me adentré en el parque no sin antes comprarme un pretzel caliente en un puesto callejero. ¡Creo que lo comí con los guantes puestos, del frío que hacía! Por eso no hay fotos del humeante pretzel relleno con vaya uno a saber qué. No me lo cuestioné. Estaba bueno y necesitaba calorías. Es como de masa de pizza y entre el relleno me pareció ver morrón colorado. Suficiente información para mí. Entremos al parque nomás.
Central Park
Adentrarse en Central Park implica olvidarse de que uno está en una ciudad. Primera sorpresa. Estoy quizás a 100 metros de la Quinta Avenida y no se escucha nada. Además, quienes están en el parque a media mañana de un día de semana no están estresados: gente haciendo deporte, paseando mascotas...
Segunda sorpresa: está lleno de ardillas. Para quienes somos del hemisferio sur, ver ardillas es mágico. Bah, no sé, habrá gente que las odiará. Yo podría pasarme el día mirándolas. Son escurridizas, así que tratar de ver una es divertido.
Tercera sorpresa: voy caminando por un lugar del parque donde estoy completamente sola. No hay nadie más que las ardillas y los pájaros en los árboles. Me dirijo a uno de los tantos puentes que tiene el parque, para cruzarlo por debajo. A medida que me voy acercando escucho el Ave María. Empiezo a acelerar el paso hacia el sonido, medio desorientada. No sé si el sonido está viniendo desde el puente o desde otro lado. No sé si dejarme llevar por los ojos o por el oído. Por suerte ambos me llevan al mismo lugar, justo cuando está terminando el Ave María, una canción que me encanta. Debajo del puente había un chico joven (20 y tantos años), con pinta de futuro actor de Broadway, aprovechando la acústica maravillosa de ese lugar que proyectaba su voz cristalina a más de 100 metros de ahí. Soy bastante tímida, me daba cosa decirle algo. Pero la verdad es que sonaba demasiado bien y me había regalado, sin saberlo, un momento mágico. ¿Cómo no agradecérselo de alguna manera? Me imaginé que si se animaba a cantar ahí, debía ser artista. Así que pensé que un "Brávou!" sería lo mejor que le podría decir. Sonrió, sorprendido y agradecido.
Yo seguí mi camino hacia la próxima sorpresa: una visita guiada gratuita por el parque. No sabía que existían pero me sumé y allí descubrí que en realidad el Central Park tiene poco de natural, es todo un proyecto de paisajismo. Y lo más loco: es el primer trabajo del paisajista que lo diseñó. Ya estoy empezando a querer este parque...
Sigo recorriéndolo y a cada instante me encuentro con una postal divina: un banco de madera solitario en el medio de una alfombra de hojas secas que pareciera que hace días que nadie pisa, unos puentes hermosos (alguno me suena conocido de alguna película de Woody Allen), un puesto de café justo cuando ya me estoy muriendo de frío otra vez, el homenaje a John Lennon (Strawberry Fields Memorial), y así...

- Veredicto: el Central Park me ganó por goleada.
- Nota mental: volver para un picnic un domingo junto a los neoyorkinos, cuando haga calorcito.


No alcanzan los ojos

Más allá de que la ciudad te cautive o no, algo en lo que creo que todos podemos coincidir es en que no alcanzan los ojos para ver todo lo que hay. Porque tenés los cientos de íconos que el cine te mostró mil veces (la Estatua de la Libertad, el edificio Chrysler, el Puente de Brooklyn, etc.), más aquellas pequeñas cosas que te gustan sólo por estar en una ciudad extraña (la señalética. ¿Quién no le sacó una foto a los cartelitos de “One Way”?), más todo lo nuevo que no viste ni leíste en ningún lado (incluso si estuviste hace poco).
Para mí, la experiencia más abrumadora en este sentido fue bajar del avión, dejar las cosas en el hostel e ir a Times Square. Creo que ahí fue cuando la ciudad me dio su primera bofetada y me sacó de esa actitud “¿a ver qué tenés para mí, Nueva York?” que llevaba.
New York desde Top of the RockLlegar a Times Square de noche es agobiante, de alguna manera. Recuerdo que me sentía una campesina. Quería mirar a la gente, a los carteles de led enceguecedores, ver qué obras estaban en Broadway, mirar esa esquina icónica, y todo sin caer en alguna alcantarilla abierta (por suerte no las hay) o ser atropellada por no mirar el semáforo (mucho más probable).
Más allá de esta sensación abrumadora, recomiendo ampliamente ver Times Square por primera vez de noche. De día no tiene tanta gracia.

Ni hablar de subir al Top of the Rock (Rockefeller Center). Hacete un favor: subí al atardecer o una vez que ya es completamente de noche y después de haber recorrido la ciudad por varios días. No vas a poder creer la cantidad de luces que hay en esa ciudad y, cuando lo ponés un poquito en perspectiva, no vas a poder creer la altura de esos edificios (incluido en el que estás vos). Los angloparlantes tienen una muy buena palabra para describir esta experiencia: breathtaking (que te quita el aliento).

New York, clásica y moderna

Como las personas bellas, New York resiste el paso del tiempo con más que dignidad. Lo hace con garbo.
Es como cuando ves una foto de alguien agraciado físicamente. No importa si la foto es de hace 1 año, 10 o 100, se ve linda igual. Bueno, Nueva York es así.
En los años 30s, 40s, 50s, 60s era glamorosa, elegante. En los 70s, 80s, 90s, era cool. Y lo sigue siendo. Es una ciudad que tiene su belleza clásica intacta y lleva con buen gusto la modernidad. Nunca hubiera imaginado que había buena arquitectura para ver; en mi ignorancia pensaba que todo eran rascacielos, no sé.
New York resiste una foto color y una blanco y negro. Ahora, hace 50 años, o en los próximos 50.

De la indiferencia al amor hay un solo paso

Y así fue como, de ignorarla totalmente pasé a amarla. Así es Nueva York. Te atrapa aunque te resistas, como yo. Y, como las personas, no es perfecta.
En mi opinión, es una ciudad para visitar varias veces. La primera vez podés visitar todos los clichés: Central Park, Times Square, el Puente de Brooklyn, la Estatua de la Libertad, Broadway, Wall Street, los museos, hacer shopping, etcétera, etcétera y más etcéteras. La ciudad es grande y tiene miles de cosas para ver.
Pero en tu segunda visita ya podés dedicarte a caminar más, a ir a los bristós y bakeries, ver qué hacen los fines de semana los neoyorkinos, etc. Es decir, mezclarte más con los locales e indagar en las cosas que a vos te gusten: comida, cultura popular, arquitectura, artes escénicas, lo que sea. Seguro que Nueva York lo tiene.